- Un teatro cuya dramaturgia tiene que enfilarse hacia un público itinerante, no dispuesto a ver el hecho teatral, constituye un reto para cualquier colectivo.
Puestas que deben tener mecanismos que atrapen un número de espectadores donde coexisten todos los extremos: analfabetos, intelectuales, niños, viejos, con otros focos de interés que disuaden su atención del hecho artístico, utilizan para ello niveles de relación que van desde la realidad hasta la ficción, siempre con un marcado acento en temas de interés general apoyados en recursos histriónicos para todos los gustos.
El teatro de calle, que de entrada no cuenta con los medios, tiempo ni espacio del teatro de sala, es casi siempre, aunque parta de un tema, una suerte de acoplamiento con un improvisado escenario natural donde la iluminación, el ruido ambiente y la duración del espectáculo tienden a ser variables como el público que casi fortuitamente asiste a la función y la abandona.
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